Eran extraños esos tipos. Alguna clase de pegamento untuoso les salían de las manos y aún sus uñas se revelaban como un dispositivo retráctil. Los ojos rasgados pero inmensos de color chocolate y las pupilas dilatadas por siempre ocupaban un centro negro, frío y resplandeciente como ágata hirviente. Eran altos. Sus facciones eran bellas de una manera extraña, las narices eran pequeñas y afiladas al punto que parecían pinchar el aire y rasgar el velo de la vida con cada inspiración. Las mandíbulas parecían poder contener una fuerza poderosa como la de mastines napolitanos. El entrecejo marcaba un rictus que denotaba propósito y claridad y porque no, crueldad. Las cejas enmarcaban de manera perfecta esos rostros con líneas delineadas. Bocas rojas como talladas en mármol. Las orejas eran pequeñas y levemente salidas como radares. El pelo oscuro y lacio caía de a mechones prolijamente desordenados. El hecho de que midieran más de dos metros y pesaran posiblemente unos ciento veinte kil...
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Mostrando entradas de diciembre, 2012
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Había indicios. Claros y pertinentes. Cada detalle, aún el más mínimo, llevaba la atención a un solo lugar. Y sin embargo, como les sucede a los negadores, aquel pueblo decidió entregarse a la ceguera colectiva. El orgullo con el que investían su accionar, develaba un vacío de tal magnitud que de tan evidente resultaba obsceno. La muerte y la desaparición de los sueños e ideales tampoco podía considerarse como un daño tangencial sino como el fundamento de aquella construcción hecha de actos y palabras que consistía en negar lo evidente, afirmar lo imposible y esperar lo improbable. Todos eran responsables y nadie podía atribuirse la autoría de semejante transfiguración de la realidad. Un maquillaje complejo de múltiples capas y de interminables significados, ocultaba lo obvio, lo escandalosamente persistente y lo licuaba en un magma de percepciones mal decodificadas. El impulso inicial tenía por cierto su nobleza. Evitar ensuciarse y corromperse en la observación de los aspectos más ...
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Intensa y lejana, capaz de cualquier atrocidad con tal de llevarse la gloria, la Capitana se hundía de a poco en su propia locura y con cada paso, curiosamente, se hacía más fuerte y temeraria. Pasó a ser temida y odiada pero sin nadie capaz de hacerle frente. Y eso la enfurecía. Había sido parte de una misión que nació tan noble como podía serlo el liberar a los oprimidos de las regiones más pobres del reinado. Al comienzo fueron algunos cientos de hombres y mujeres que se declararon en rebelión y por pura necesidad se juntaron conformando una cofradía de rebeldes dispuestos a todo. Naturalmente se había producido un acomodamiento y los más osados y fuertes se constituyeron en líderes y guiaron al resto, que pasado el entusiasmo inicial se encontraban tan perdidos como al comienzo, pero ahora sin tierras, sin oficio y sin dioses. Glau la Serre era la esposa de un armero del palacio y tomó de éste la rudeza y el amor por el hierro y la sangre. Veloz como un ave d...
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Pudo verla a la lejanía. Tan distante, tan ausente. Hirió sus mejillas con surcos de sal y la humedad en sus ojos despejaron las tinieblas incrustando su mente y esencia en el presente. Algunos gestos semejantes al dolor, dieron paso a una extraña pero vívida noción espacial. Situado allí en medio de la nada, inserto entre todos y sin sentir ya ni pena ni ningún otro sentimiento humano observó el ciclo de la vida que como un viento circular, rodeaba la existencia soplando y enfriándolo todo, helando el pasado. Para ese entonces el sentido mismo de su propia identidad se había perdido y diluido en un mar de fascinaciones que ya ni siquiera disfrutaba como antes cuando saltar de ilusión en ilusión era la huída perfecta, el camino hacia un paraíso infantil, propio y único. Ella en cambio se reía y bailaba moldeando el aire y perfumando el tiempo. Se veía tan clara, tan feliz y liviana que parecía haber flotado por el éter por siempre, indiferente y envuelta en un ovillo de espuma...
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La aguda visión para lo escaso, extraño y poco evidente la había heredado de su padre. Arna tuvo así la posibilidad de emigrar con su mente desde algún oscuro lugar en donde su identidad se confundía con visiones distorsionadas de su ser hacia un espacio que de tan amplio recordaba cierta cualidad espectral que se desplegaba ardiente y expectante como un tulipán de hierro. Así fue que dentro de su nada imparcial mirada se fundía lo evidente con lo parsimonioso y dejaba una estela de fruta que aún inmadura y de tenue piel se confundía con la materia más árida. Arna era una joven un tanto belicosa y siempre dispuesta a la pelea y el escándalo. Como no tenía una meta clara en la vida se instalaba como una musa de la desesperanza con tal facilidad que sus allegados podían jurar que se había convertido en la diosa de la sombra de un pecado deseado y aún no cometido. Jamás se podría distinguir una verdad cruda emitida por los labios de aquella belleza de una mentira bien articulada y...