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Mostrando entradas de septiembre, 2012
El día estaba despejado y hacía calor.  Desde el fondo de un agujero negro y enorme salía humo.  Había un largo y pesado silencio.   Del centro del pozo salían como despedidas, un millón de cucarachas blancas.   Corrían enloquecidas en todas direcciones formando una alfombra  blanca sobre la tierra negra.   El calor parecía aumentar, el aire se volvió espeso y el suelo retumbaba con un sonido sordo y acompasado.   Desde otros agujeros situados a algunos cientos de metros de distancia emergieron torbellinos de más cucarachas blancas, un millón de cada agujero.    La tierra parecía un mosaico que se iba cubriendo blanco desde todas direcciones.  Algunos pájaros revoloteaban alrededor sin decidirse a hacer nada en particular.   Nos encontrábamos dentro de la macroesfera, protegidos, o al menos eso creíamos.   El grupo estaba completo, y fue eso un gran logro, llegar hasta allí en medio de tan...
Se había convertido en mariposa. Una bella y extravagante mujer alada. Había realizado los rituales apropiados y el efecto de la mutación finalmente dio su resultado. Una pequeña joven de piel muy negra y ojos entre rojo-azulado y amatista que brillaban como luces encendidas en un museo oscuro. Fuego bajo las cejas y fuego en el alma. De niña soñaba con dos cosas: volar y ser feliz. Por algún motivo asociaba lo segundo a lo primero. En la biblioteca de su casa había algunos libros muy antiguos con raros dibujos de pentagramas, ojos y números. Había uno en especial que atrajo su joven interés y se llamaba Rituales de Magia Antigua. Lo leyó y hojeó innumerables veces hasta que cada uno de los pasos se le grabó en su sensible y moldeable  mente. Cuando cumplió los quince años se internó en lo profundo del bosque y preparó los elementos necesarios para el mágico momento. Sal, cuerdas, azufre y las líneas escritas con tinta negra sobre cuero de carnero. Vestía con un largo v...
Ella nunca volvió a aparecer. Como si se la hubiese tragado el horizonte su figura liviana y evanescente se desdibujó una tarde naranja. Flotaba. El viento no le ponía resistencia, al contrario, parecía que la atraía como un imán hacia el centro de otro universo, una escapada hacia estrellas diurnas y espacios sin final. Sus cabellos parecían flamear, encendidos como fuego helado y dejaba una estela de luz difusa que parecía marca una ruta al pasado. La sinuosa línea que se proyectaba en el aire, parecía contener misterios, frases no dichas, promesas inconclusas. El sol caía mostrando por última vez su redondez perfecta. Los rayos sin embargo aún resplandecían hacia lo alto resquebrajando nubes, interfiriendo el espacio y dejando el tono de la vida por encima del techo del mundo, solo un poco antes del crepúsculo y la oscuridad total. Como un rayo de luz amarilla, cruzó todo el universo hasta llegar sobre sus mágicos pies flotantes, a la más negra de las sombras. Allí, en un ...
Había llegado de muy lejos y estaba perdido. No podía precisar si había recorrido el tiempo o el espacio pero sabía que su hogar y su pasado habían quedado en un lugar inaccesible y que de aquí en adelante solo sería parte de sus recuerdos y luego apenas un rastro perdido en la bruma del olvido. Su nave era extraña. Un gran ovoide que brillaba a la luz del sol con un reflejo pálido y seco como aluminio pulido. Tenía unas marcas grabadas al costado, los símbolos que identificaban aquel vehículo como perteneciente a la flota sagrada de la constelación. Una joya de la ingeniería aeroespacial proveniente del más lejano de los mundos, el universo de Yuam. Allí todos eran guerreros. La comunidad se basaba en los estrictos preceptos del arte de la guerra y la cacería. Eran entrenados desde pequeños en todos y cada uno de los aspectos de la batalla, las armas, estrategia y táctica militar y de asalto. Eran verdaderos depredadores en un universo sin lugar para los débiles. Cuando por er...
Había llegado como un salmón, saltando entre las rocas en dirección contraria al fluir del río de la vida. Le decían El Rampante. Nadie sabía bien porque, pero el caso es que todos lo conocían por ese nombre. Su especialidad era la confección de planes que pudieran distraer al tiempo. Algo así como una inyección de improbabilidades estadísticas en un sistema dado. El Rampante tenía la capacidad curiosa y poco común de enamorarse de situaciones que por lo extrañas o peligrosas, podían traerle la satisfacción de vencer alguna ley o alguna premisa. Su andar era curioso, siempre estaba con sus zapatos embarrados y las uñas demasiado largas. La boina roja que utilizaba parecía hecha para hacerlo quedar como un indigente. Raída y descolorida, la llevaba como si fuera de vital importancia o perteneciera a alguna organización militar dentro de la cual su uso fuese obligatorio. Se ayudaba con un bastón aunque no tenía ningún problema para caminar y además era joven, enérgico y vital. Usa...
El lugar de los deseos. Así lo recordaba Aurora. No era el nombre de aquel sitio pero ella lo había bautizado con la fuerza de la creencia que conduce a las niñas. Iba a menudo. En especial cuando se sentía sola o triste. Nunca pedía nada, le parecía de mal gusto andar solicitando favores por ahí. Incluso a sabiendas de que no le vendrían mal algunas ayudas, se mantenía firme en la idea de no desear en el lugar de los deseos. Era casi como un acto de poder pequeño y virginal. A pesar de su corta edad y su escasa educación, llevaba sobre sí misma una fuerte dignidad, algo así como la marca de un reinado sin tierras pero carente del tonto orgullo y la innecesaria vanidad. Contenía el aliento mientras contaba en silencio cuantas aves veía; otras veces contaba ramas, insectos, incluso gotas de lluvia cuando iba luego de las tormentas tan habituales en esos tiempos. Creció como crecen los buenos árboles, firme, despacio y con la belleza natural y sin falsedades de las criaturas de l...
El estado de su mente solo podía definirse como crepuscular. La escasísima luz dentro de de ese infinito espejo de formas y colores teñidas por la sombra antes del anochecer, era acaso el último obstáculo para  la inundación de la nada. El vacío se estaba apoderando de lo que quedaba de su sistema vital. Órganos, huesos y músculos respondían en estado de mínima atención, algo así como un sedante de índole cósmica. El plan de la entidad invasora era de tal perfección que incluso siendo siniestra, contenía algo de belleza. La mimesis de la carne y las ideas, como si el contenido de una fuese el envase de la otra y la suma de ambas un sistema más amplio e impredecible. Siempre se trataba de lo mismo: infiltrar el sistema para hacerlo propio. Todos lo sabían. Una actividad de espionaje en el centro de lo manifestado y en la periferia de lo imprevisible Se trataba de desmantelar las defensas con la precisión de un cirujano pero sin siquiera despertar el ánimo de guerra y defensa ...
Eran como sismos, violentas sacudidas que hacían vibrar las manos, la cabeza y el torso. Una intensidad siniestra devenida movimiento. El crepúsculo avanzaba sombreando el terreno. Anaranjados reflejos en los vidrios y espejos. Cada partícula de polvo suspendida en el aire parecía reflejar un sinnúmero de brillantes motas de luz. El calor seco y perfumado corroía las cicatrices al curadas de aquellas almas. Toscos y punzantes, los últimos rayos del sol se abrían paso desde el costado de la tierra, muy al poniente, en donde danzan los coyotes. Algunas aves negras de dudosas intenciones surcaban el cielo a baja altura, observándolo todo, oliendo la inminente desgracia, inmunes a los rigores del canibalismo de la tierra. Sapos, curiosas criaturas incandescentes y mórbidas, cuyos lomos lustrosos y húmedos parecían desafiar al dios del polvo. Resecos y partidos, los cuerpos aún vivos de los mortales se trasladaban como podían entre el polvo seco y el olor a arsénico. Los vientos cr...
Al comienzo no creí que fuera posible pero después de ver literalmente partido a Edy me convencí de que finalmente lo habíamos logrado: la divisoria se había formado, y ahora podíamos estar sin estar, ver sin ser vistos, influir sobre los demás manteniendo el anonimato y jugar a al gato y el ratón desde las sombras del otro lado de la divisoria.   Edy fue el primero en lograrlo.   Había ayunado durante varios días concentrándose en su esfinter, hasta que finalmente se le partió el eje y pudo pasar al otro lado, el “lado del toro” como lo llamaban.   Según los antiguos sabios, los toros cebúes tenían el olfato ligado a la sensación de temperatura y eso creaba un nuevo sentido que les permitía –a pesar de ser daltónicos- percibir las fuentes de energía de los seres vivientes y distinguirlos según una clasificación en grados de calor latente y moverse en el mundo invisible como en el natural.   Al igual que los toros cebúes, Edy se movía c...
Mantaraya es el dudoso nombre del héroe de esta aventura desconocida, como era el infiltrarse en la Orden de los Convalecientes para extraer información.   Todo comenzó en la localidad de Osses, al Sur del Río Turbio y todo terminó allí.   Intentaré describir lo que ví, oí y vivencié personalmente en mis entrevistas con el hombre al que llamábamos “el intruso” y que todos conocían por el nombre de Mantaraya.   Buggy lo contrató para que hiciera de espía haciéndose pasar por un interesado en los asuntos profundos que trataban los "convalecientes" para así averiguar lo más posible sobre esta organización de la que solo se sabía que estaba compuesta por individuos de las mas diversas nacionalidades y que se reunían de vez en cuando en lugares siempre diferentes, lo cual hacía prácticamente imposible ubicarlos.   Mantaraya tenía su propia y muy interesante historia, aunque nunca pudimos saber realmente que parte era cierta y cual inventada....
Sin duda que la mayor virtud de mi joven cliente era la temperancia.   El carácter ameno, imbuído de serenidad que en medio del mayor de los desastres, como efectivamente fue todo lo acontecido en el caso de los auditores contra  Roberto Yllain.    Lo acusaban de haber evadido impuesto en las importaciones desde Singapore por un valor varias veces millonario.   Él por supuesto negaba todo; yo tenía mis dudas.   Le pedí que me mostrara los libros contables de su firma y él se negó.   Dijo que debía mantener cierta privacidad, que era un código de honor que mantenía con sus clientes.   Traté de explicarle que era imposible ayudarlo si no podía acceder a la información tan básica como el registro de ingresos y egresos que llevaba pero se negó con firmeza, diciendo que nada de lo que yo viera me ayudaría en lo mas mínimo.   Yo me enfadé, no estaba dispuesto a ser un pelele que acomodara las cuentas d...
Describir el lugar es una tarea de proporciones épicas.   No tanto porque supone una enumeración casi infinita de objetos sino porque no hay imaginación lo suficientemente amplia y alocada para rearmar un espacio vital tan enmarañado.   Había un tender roto; del techo colgaba una estructura metálica de alguna alineación liviana sujeta de hilos plásticos que se deslizaban sobre pequeñas roldanas fijadas al techo con brocas de acero incrustadas en el mismísimo hormigón armado.   Algunas de las piezas de este aparejo estaba algo oxidadas, el hilo plástico algo sucio no siempre pasaba por el centro de la roldana sino que quedaba como mordido alrededor del eje de modo que no corría y todo el sistema quedaba inutilizable.  El tender se podía bajar o subir a voluntad, o al menos eso se pudo hacer en épocas pretéritas en las que el aparatejo sin duda funcionaba.  Una manija pequeña atornillada a la pared servía para subirlo y bajarlo, o al menos ...
Cuando contrataron a Gilles de Nazarre para diseñar la cúpula de la iglesia de Chemichaux-au-Ciel sabían que estaban frente al más experto constructor de catedrales de la época. Sabían también que era el más caro. Pedía un verdadera fortuna por su trabajo. Había acumulado tanta fortuna que según decían podría haberse hecho construir su propia Notre Dame. Pero Gilles no era avaricioso ni estaba interesado en el dinero. Con lo que ganaba con cada encargue compraba diamantes y los ponía al cuidado de los señores del Temple. Sabía por sus estudios que un inventor contemporáneo estaba creando una máquina para viajar en el tiempo y había averiguado que aquel hombre llamado Mauricio Arbot compraba piedras preciosas en cantidades desproporcionadas y por lo que pudo saber, con ese material preparaba el combustible. Su olfato de ingeniero y constructor audaz hizo que reparara en aquel dato que para otros era una simple anécdota acaso excéntrica. Luego de dos años de intenso trabajo l...
Cientos de años transcurrieron antes de que el dispositivo fuese descubierto. Escondido dentro de una cueva sobre un acantilado frente al mar, la entrada era prácticamente inaccesible. Imposible de ver desde afuera y riesgosa en extremo, había quedado a salvo por el tiempo exactamente necesario y la hora de su revelación había llegado. Era un artefacto curioso, hecho de bronce, madera, cuero y gemas brillantes. Parecía un trineo, con un asiento y un manubrio. En la parte posterior había una serie de engranajes y otros rodamientos que parecían encastrar y ajustar a la perfección como un reloj gigante.  La mujer había llegado hasta allí deslizándose por una cuerda atada a una roca firme de granito. El movimiento era simple pero requería precisión y maestría; un error de apenas milímetros y la muerte estaría esperando entre hierros tan afilados como los dientes de la más temible criatura del mar. Debajo, un espacio vacío de mil metros, directo hasta el fondo del abismo entre los ...
Con cada nueva herida se hacía más fuerte. Las balas de hierro molido y sal, el arsénico mezclado con el pimiento prohibido y la viscosa resina preparada al fuego con esencia de tomillo y polvo de mica, se esparcían por su organismo como un brebaje revitalizador. Alquimia pura y dura. El conjuro necesario para la recomposición de los elementos, para que todas y cada una de las células de su cuerpo se acomodaran y formaran ese escudo portentoso que lo hacía cada vez más poderoso. Había descubierto que para sobrevivir en aquel mundo hostil debía crear lo que él mismo denominó un "manto interno" y que consistía en una red de protección no solo hacia lo externo como también en cada microelemento del cuerpo. Así creó un sistema basado en la contraposición de las polaridades y la yuxtaposición de los elementos. Se rebanó porciones de piel para estudiarse a sí mismo. Dispuso fuegos y ácidos, piedras molidas y bálsamos curativos. Con cada parte de su carne experimentó la divis...
Las lianas caían sobre los pastizales quemados por el sol ondeando su forma irregular y marcando el piso con la huella del viento. Los árboles tan altos que desafiaban la imaginación se abrían paso hacia el infinito con los brazos abiertos como pidiendo clemencia a los dioses de la flora. Las escasas hojas que aún quedaban estaban resecas y agrisadas.  Un calor devastador lo consumía todo.  Del piso se podía ver un humo gris desprendiéndose de la hierba chamuscada. Era el verano tórrido en el planeta de la Gran Escama.  El sol de esta constelación era particularmente violento. Los rayos ultravioletas clavaban sus uñas sobre toda la superficie dejando heridas incurables. Habíamos llegado allí en una cápsula enviada hacía más de diez años.  En estado de criogenia no pudimos controlar el desvío y despertamos en este horno a fuego lento.  La estadística no parecía jugar a nuestro favor. Nadie, nunca había sobrevivido a un planeta en estas condicione...
Mauricio Arbot fue un reconocido hombre de ciencia desaparecido durante la primera mitad del siglo XIII. Las circunstancias de su extraña forma de dejar nuestro mundo son hasta ahora controversiales. Lo que aquí escribimos nos fue relatado por lo monjes Chipriotas y que según ellos, es el fiel reflejo de una realidad sucedida en este lugar, hace quinientos años. Las conspiraciones, el engaño y la traición estaban en aquel entonces como hoy día a la orden. El mundo era un lugar difícil en el que sobrevivir como fuera, era ley. Arbot había desarrollado una mente de estratega y una sensibilidad de artista. La combinación de ambas le había dado una extraña cualidad a su inteligencia, no exenta de cierta malicia y de un humor de ajedrecista consumado. Había sido mandado a llamar por el rey Jorge para que inventara una fórmula para la inmortalidad. Arbot, que no pensaba caer en la trampa del fracaso, se negó a semejante encargue pero aceptó intentar con una pócima que retardara co...
Adasio de Lovellace era inventor. A la sazón ingeniero, constructor de puentes y acueductos, pintor de bóvedas y escultor dotado. Sin embargo la mayor parte de su trabajo consistía en ser contratado como ingeniero de guerra. Durante el sitio a la Ciudadela de la Gran Torre pudo poner a prueba sus habilidades como inventor y estratega. Contratado por Teodosio II para crear alguna clase de máquina destructora para el asedio a a la Gran Torre, construyó un sistema de ataque basado en lo que llamó la una "multi catapulta". El sistema estaba basado o tanto en la efectividad de las palancas para arrojar objetos, como en los objetos en sí mismos. Sin embargo, la gran pasión y aquello que le quitaba el sueño al inventor era construir una máquina para viajar por el tiempo. Creía haber encontrado la manera de armar un dispositivo para trasladarse físicamente de un núcleo espacio-temporal a otro, haciendo confluir los nodos magnéticos y generando ciertos portales susceptibles de ...
Serpentinas de hule blando ardían y estallaban sin cesar en aquel festejo pagano.  Un ritual de potencia inusual, de movimientos sinuosos y violentos unidos a una particular forma de celebrar el principio de todos los comienzos, nos invitaba a la colocación de la piedra fundacional de este nuevo sistema solar.  Habíamos sido enviados para participar del evento y nos habían pedido que dijéramos unas palabras alusivas.  Sin embargo, una vez allí, nada de eso parecía realmente necesario.  Más bien el ambiente nos invitaba a observar en silencio sin intervenir ni alterar el orden reinante.  Era claro, una forma muy particular de orden: la ausencia casi absoluta de un criterio de uniformidad ni la posibilidad alguna de prever movimiento o situaciones.  Todos los seres allí presentes, venidos desde los lugares más remotos del gran vacío, entonaban sus himnos y danzas típicas y peculiares.  Había un grupo bastante numeroso de pequeños hombrecill...
Éramos como seres de éter color vino incrustados en un marco de amianto y y silicio. No teníamos forma y sin embargo podíamos observarlo todo. Almas migrantes esparcidas en un campo demasiado vasto y escasamente contenedor. Nuestros ojos eran como una porción de la mente, extensiones lumínicas de insoportable claridad. En nuestra mente tan amplia y labil, tan aceitada y difusa, las sustancias y la materia se nos hacía más como una sucesión infinita de cintas multicolor ancladas en un espacio adyacente a nuestras ya diluidas identidades. Nos mezclábamos entre nosotros al punto de muchas veces no saber bien donde comenzaba uno y terminaba el otro. Nuestras extremidades eran tan inasibles que solo lo sentíamos como un chispazo eléctrico, un impulso de movimiento, un estertor tan rápido como corto y potente, que nos hacía pensar que estábamos conectados entre todos de una manera orgánica y sutil. El problema era cuando uno de nosotros quería o necesitaba estar solo. Se hacía difíc...
El cielo estalló como un techo de vidrio. Miles de millones de fragmentos de fulminante potencia radiante. Había incluso un sonido agudo que parecía fluir desde lo alto de la inmensidad, una pulsión de materia hecha de llamas sonoras de plasma azul. Fue de repente, sin aviso y sin motivo aparente. Una convergencia espectral que revelaba la ausencia de orden en aquel lugar sin forma y ni sentido. Eso fue lo que sintió Adalberto Lacámera con cada puntada en el dolor de cabeza que lo volvía loco. No era un poeta y le costaba ponerle palabras a semejante tortura. Sin embargo, miles de imágenes se le aparecían reclamando su propio espacio en el universo limitado pero muy amplio de su mente. También pensó en raíces, frutos caídos de árboles imposibles y granos de plantas aún no creadas. Todo era posible en esos momentos. No había hierbas ni menjunjes para curar semejante ardor, la tremenda presión dentro del cráneo. Era como si el cerebro hubiese sido inyectado con vapor cósmico,...
Tan exquisita era la mirada del hada que los hombres se perdían en sus ojos y algunos despertaban días más tarde, sin sus ropas y sin sus almas. Una miríada de estrellas se veía en el iris ígneo de aquellas criaturas.  No eran malas. Tampoco buenas. Eran sencillamente parte de la naturaleza: meta seres.  Entes sin más propósito que servir a la armonía del funcionamiento universal. Así de pequeñas, así de relevantes.  Las hadas de Pringmore volaban y se manifestaban entre los audaces que se aventuraban al bosque prohibido tentados con las historias de tesoros incalculables o en busca de promesas de inmortalidad. Estaba prohibido y eso lo sabían todos.  Aún así se decidían por atravesar el muro invisible que separaba el reino de los mortales del dominio de los elementales. El precio era sabido y consistía en la pérdida de algo valioso que en cada humano podía ser algo distinto, según cuales cosas adorara, quisiera o amara. La promesa de una totalidad e...
El espacio se hizo inmenso. Mutó a formas imprevisibles y desconcertantes.  Una cierta inconsistencia de la materia resaltaba los cantos brillantes de los muebles y los objetos.  El ruido hacía recordar a una sierra eléctrica, una soldadora o alguna máquina de matar. Como un pulmón sometido al esfuerzo, así mismo las paredes se contraían y expandían desde el centro hacia los costados, formando una masa cóncava bailando al compás de una música inexistente. El centro de aquel latido organizado como una sinfonía sin instrumentos era como una implosión de energía en un vórtice selectivo, una adecuación a las necesarias potencias involucradas. De pronto estalló y todo se transformó en un campo vibratorio de luz y vapores.  En el mismo instante, volaron esquirlas de neón entre los presentes.  Algunos se tiraron al piso intentando evadir sus filosas y mortales puntas; hubo quienes se cubrieron con los manteles y almohadones.  Otros sin embargo tuvieron ...