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Mostrando entradas de noviembre, 2012
Para decantar lo improbable de lo real era necesario disponer de un sistema que evitase explícitamente la injerencia de cualquier clase de pensamiento inducido por un entorno agitado y caótico. A la postre los resultados demostrarían que de haberse tomado como referencia un código de esquemas fijos cuyas variables no fueran afectadas por le intrusión de pensamientos bandidos, la trama impuesta para ser representada como un libreto de ribetes anacrónicos, absurdos e inestables, se hubiera revertido en un relato con un eje centrado en la uniformidad y el sentido de lo razonable. Los teóricos de la abstracción proponían que los datos imprecisos serían a la larga mucho más certeros si las coordenadas dadas para su comprensión no fuesen una alteración del mensaje con fines muy específicos, cuando no perversamente malignos. Sin embargo, aquellos que desestimaban ésta versión por considerarla demasiado optimista, pensaban que la lección a ser aprendida era que los cuestionamientos de rigo...
Había en sus ojos un rastro inconfundible de brutalidad perversa y vocación sanguinaria. Sus facciones eran bellas y su porte, el de un noble o un atleta. Los cabellos rizados y muy rubios caían como modelados por un escultor del renacimiento. Era casi imposible percibir maldad alguna si no fuese por esa mirada que helaba la sangre y producía un miedo ancestral aún peor que la muerte. Se podía intuir de una forma lejana pero certera que aquel ser tenía una sola meta: desposeer del alma inmortal a quien se le pusiese adelante. Su fortaleza mental se podía observar en la curvatura del ceño y en la gélida, fría e hipnótica mirada, que como una ausencia cargada de pecado, se perdía en un infinito inalcanzable y solitario. El iris contenía varios colores y eran tan bellos en su fluoresencia iridiscente que incluso parecía girar como pequeñas ruedas de la fortuna provocando un espasmo de ardor y sometiendo la voluntad hasta la entrega total a su comando. De sabiduría ancestral y con la inc...
En el interior de los grandes mares del alma estallan y conviven las fuerzas de la naturaleza en constante pugna y en movimiento incesante. Allí, donde todo es preclaro y a la vez inmensamente brumoso y se desatan las tormentas que abruman nuestro entendimiento y nos hacen sentir como pequeñas piedras arrojadas a rodar por el mudo espacio entre la radiación de los soles y la atracción de las esferas. Desde pequeños vagamos sin rumbo por la eternidad tan solo conducidos por un llamado invisible que se hace fuego a los ojos de quien se atreve. Así, entre nubarrones y letargos, al margen de los grandes sucesos de la apariencia en el mundo material, dibujamos nuestros destinos con los escasos crayones que tenemos, rayando nuestro camino en busca de un lugar, un espacio singular que nos acaricie sin intentar domarnos. El ancla hacia a la eternidad de hunde en las profundidades de las oscuras zonas que navegamos como náufragos. Y así, luego de muchas desventuras, se produce, de tanto en ta...
La insensatez como recurso contra el pánico. Esa era la fórmula preferida del rey durante los últimos años de su venerable existencia. Parecía una especie de burla siniestra en la que las palabras ya no designaban a las cosas sino al contrario, se referían a toda clase de inexistencias. Arbitrario cuando no cruel, el rey se la pasaba indagando en todo aquello que no concernía a su vida ni a su reino. Preguntas abstrusas y rebuscadas cuyo único propósito era la incomunicación y respuestas duras y enérgicas a cuestiones nunca formuladas. Era extraño, incoherente, salvajemente indomable y hábil hasta hacer doler el hígado con sus punzantes respuestas en tonos de profecía o advertencia. Una funesta mañana de abril, un rayo de color rosado con tintes turquesas ingresó por la ventana, astilló los vidrios y dio de lleno en la cabeza de su real majestad. Desde ese momento ya nadie pudo entenderlo. Se había vuelto a a tal punto inquisitivo con su entorno que quería saber detalles de fragmentos...
Huir de la intensidad. Ese era su sino, la marca de su destino y la formulación de su defensa contra todo lo que consideraba tóxico.  Sabía por su larga experiencia en el campo de la negación que el arte de eludir los segmentos críticos en donde los puntos nodales hacían su nido primario, era fundamental para conservar la cordura. Podía medir las distancias entre lo óptimo y lo peligroso con solo el olor del viento. Tenía un don para la intervención elusiva y una práctica aceitada en la contemplación de mundos alternos. Su espacio interno estaba modelado por un barro demasiado fino como para dejarlo a la vista y sentía que podría quebrarse si aquella barrera de lodo invisible no estuviese allí para protegerlo. Cada determinado tiempo concebía una estratagema para despistar a sus posibles agresores y a curiosos en general.  Su máscara era la ausencia de disfraz y la diáfana mirada que jamás delataba más que aquello que quisiera. Podía montar en cólera desde la seg...
Las verdes antenas que parecían brotar de las sienes de aquellas criaturas de ojos grandes y saltones color amarillo se encendieron como si una luz intensa se encendiera desde dentro del cuerpo y proyectaran una energía de una cualidad pulsante y viva. Los hombres-sapo no eran en realidad reptiles ni mamíferos. Eran de una extraña raza cuyo ADN había sido manipulado por los semidioses. La mezcla había sido de tal modo forzada que aún ellos, los eternos navegantes de la noche, no pudieron más que sorprenderse con el resultado. Habían dispuesto todo de tal manera que de ambas criaturas: un pequeño sapo y un pequeño niño se tocaran los dedos. Estaban vivos pero dormidos y eran parte de un experimento. Hacía siglos o tal vez milenios que venían haciendo mezclas genéticas con diversos resultados. Este fue el peor. Al cruzarse estos dos linajes tan separados uno del otro en términos de códigos y células madre del entorno biológico, la mezcla se dio como una interacción de orden fatal. ...
Carlos Arrupa se dirigió solemnemente hacia la habitación prohibida. Con pasos lentos y el arma cargada colgando de su mano derecha, escrutaba la oscuridad relativa buscando señales de peligro. Su oficio de matador lo hacía sentirse orgulloso. Heredero de una larga tradición de expertos en el arte de ejecutar, encontraba su particular actividad revestida de una halo sagrado. Matar sin dolor a aquellos cuya condena ya había sido escrita. Curiosamente o por implícita negación jamás se preguntaba acerca de la justicia de los veredictos que enviaban sus contratantes. Sencillamente se limitaba a hacer el trabajo según los procedimientos y con la máxima impecabilidad. Se consideraba como un enviado, se veía a sí mismo como un agente del alivio, con la función casi divina de hacer emigrar el alma, aliviar el dolor y eliminar la culpa. Un sacerdote de la muerte. Así, desde su más tierna infancia, en la que a sus cinco años tomó un gatito lastimado y decidió que antes de que continuara sufr...
Sobre un fondo colorido y extraño, se hallaba de pie, la pitonisa de la virtualidad. Como en un escenario fabulado y frente a un auditorio situado en otra dimensión, ella se expresaba por su sola presencia. Miraba sin mirar y como una fuerza natural lograba traspasar el campo de acción de la materia para deslizarse hacia los confines de la imaginación, impregnando con su perfecta mirada el alma de quien pudiese observarla. Esa potencia avasallante y multiplicadora se percibía como una fuente inagotable de mieles o acaso con la furia huracanada de los elementos. Todo era posible y de nada había certeza. La simple pulsión de vida efervescente que brotaba de su presencia era de tal orden que amplificaba la energía contenida hasta que como partículas de luz viajeras, se reconvertían a la unidad de la imagen resolviéndose por sí mismas como una fuente de serena armonía. Así se manifestaba entre el universo de la incandescencia y la materialidad del presente. Y en cada pequeño gesto deste...
Las llamas ardieron sobre la ciudad ante el asombro de nobles y profanos. Como lo habían anunciado los profetas, el fin de los tiempos se presentaba como un estado de las cosas en las que todo pasado sería quemado hasta los cimientos.  Desde el cielo infinito viajó un sonido que de tan fuerte helaba la sangre. Provenía del cuerno de los ángeles, llamado "la Diana Sagrada" Habían descendido cinco ángeles rodeados de fuego escarlata con lanzas de trueno y espadas.  Con la velocidad de caballos invisibles flotando en la atmósfera del mundo, se arrojaron de entre la nubes hacia los techos, desde el suelo a las torres sagradas de los pontífices destruyéndolo todo a su paso, indiferentes a las súplicas y gritos, a ruegos o tardíos arrepentimientos. Como una ardiente antorcha luminosa y caliente su bocas vomitaban fuego y humo.  Eran temibles y bellos.  Lloraban lágrimas de cristal mientras cumplían con el destino impuesto de ser agen...
Ya la noche se mostraba brillante y sensual. Las luces de neón rojas y azules atacaban la vista con su particular encanto de vibrante luz ronroneante. Los álamos de las calles se mecían al compás de un ronquido sordo proveniente de la inmensa estructura de hierro que coronaba el edificio más antiguo. Una construcción con pretensiones románticas de estilo seco que tenía en su centro un reloj de grandes medidas con todos sus engranajes a la vista. Era como un reloj desnudo. Y así lo llamaban: el reloj desnudo. Un largo pararrayos se estiraba hacia el cielo y por alguna maravilla de la física atraía las ondas de alto voltaje desde el cielo formando eléctricos rayos a su alrededor aún con el cielo despejado. Era un brillo azulino y vigoroso. Chispeante. Crujía armónicamente con la letanía de una respiración y la fuerza de la intensidad. Junto al zumbar del neón creaban un raro ambiente que hacía a aquella esquina una rareza constructiva. Jerome caminaba con pausado andar hacia la entrad...
Desde la comisura de los labios carnosos caía una gota de sangre muy roja. Luego otra y otra más. No estaba muerta aunque lo parecía. Apenas respiraba y su piel parecía porcelana helada. Abrió sus ojos color miel. Un calor repentino invadió el ambiente inundando el espacio de tranquila serenidad y calma. Se levantó tan tranquila como si nada hubiese pasado. Aún tenía un hueco en el pecho. La bala había dado en su centro y allí permanecía. Era una bala expansible. Como un metal líquido se fundía en la carne y los huesos y contaminaba la sangre hasta hacerla estallar. El asesino no le era desconocido. Ella lo había traído a su vida. Y ahora pagaba un alto precio. Ella se arqueó hacia atrás y sonrió. Abrió la boca y exhaló como a punto de morir pero su sonrisa permanecía inalterable. Sangraba en la boca y en el pecho. Le dolía y ya no le importaba, parecía disfrutar de limpiarse en una sangría a cuerpo vivo. Como en un extraño ritual, alzo sus brazos y cerrando los ojos exhaló con ...
Su particular palidez se revelaba con una cualidad espectral. Un ansia de encuentro y fusión ígnea destellaba de a ratos en su rostro de perfectas proporciones. Sus medidos gestos se correspondían únicamente a su propia sensación de soledad. El pavor que le ocasionaba la idea de un vacío apenas compartido con un entorno indiferente hacían a aquella joven hermosa, esconderse en oscuros vericuetos de su propia interioridad. Deseaba y temía con la misma fuerza y la misma intensidad pero huía de la intensidad como de la peste. Redoblaba sus esfuerzos por dar un aire de suficiencia a su propio relato y como una profecía autocumplida, su sino era la ausencia y el desencanto. Alguna vez había soñado con grandes hazañas, portentos por venir, una inmigración al universo de lo relevante. El significado de aquella pulsión violenta e incontenible la hizo temer su propio caudal de energía volcánica y se torturaba con la idea de que si aquella fuerza brotara, habría muertes. Muchas. El camino...
Los gatos pardos serruchaban la noche buscando la maestría en el arte de acechar. La impronta de la cautela y un rasgo elusivo los hicieron los amos de la noche. El silencio interrumpido por ocasionales gemidos arrullaban al resto de las criaturas mientras ellos, seguros de su intrínseca marca felina, como un halo de nobleza ancestral, se desplazaban con mágica indiferencia entre la suciedad y el abandono. Ni polvos cáusticos ni humos tóxicos eran obstáculos para esta raza felina surgida de la mutación. Luego del cambio del clima por causas naturales y en concordancia con las profecías astrológicas que postulaban la inusual alineación de los planetas como desencadenante de tormentosas reacciones naturales, la mutagénesis se volvió imparable. La codificación celular sostenida por milenios se desarmó por completo como un castillo de naipes en medio de un vendaval. Las reacciones naturales de defensa y auto preservación fueron inhibidas y un nuevo mundo biológico surgió del ca...